lunes, 26 de abril de 2021



Cuando trabajo no soy consciente de lo que estoy haciendo. Solamente después de un tiempo de lo que se puede llamar familiarización veo lo que he estado haciendo. No temo hacer cambios, destruir la imagen,… porque el cuadro tiene vida propia. Lo que intento es que surja esa vida. Si pierdo el contacto con el cuadro, el resultado es desastroso. De lo contrario es armonía pura, un sencillo toma y daca, y la pintura sale bien. (Jackson Pollock)

El arte de narrar - Juan José Saer

 







ENCUENTRO EN LA PUERTA DEL SUPERMERCADO

 

LA HIJA:

Sí, pero no debiste mandarme esta mañana. No

debiste. Mis días, todos iguales,

no han debido, inesperadamente, ser divididos, y para

                     siempre, por esa

herida. Aunque desde el lugar en donde estás -la madurez-

se sepa que alguna vez, una mañana, en el espejo

de todos los días ya no se es, oh cambios, el mismo.

Ya no se es el que se era ni el que se creía ser sino otro.

Los años han de parecer, desde donde estás, cicatrices,

y el tiempo un cuchillo.

                                     Pero si esta mañana, en el interior

del invierno, yo hubiese, por lo menos,

entre los monoblocs, en el aire gris, encontrado a alguien

que me hubiese llevado, como otras veces, a tomar un café,

ahora que hemos terminado de cenar,

que papá trabaja en su despacho olvidado de nosotras,

yo iría tranquilamente a mirar la televisión

sin la intuición de otro mundo o de otros mundos.

 

LA MADRE

¿Qué mundos, si se puede saber,

se han de intuir de la simple mirada

de un extranjero? ¿De un hombre de treinta años

parado una mañana contra la puerta transparente

del supermercado que, viéndote llegar,

se fija, por un momento, en tus ojos,

llevado, seguramente, por la inercia de la mirada,

de los ojos acostumbrados a errar y a rebotar

contra una muchedumbre de piedra? Has de haber tenido,

anoche, un sueño rápido, sin recuerdos, cuya memoria,

después, tembló un momento, sin florecer, en la mirada

del extranjero, una de esas asociaciones

en la que uno mismo, y no lo que se mira

es, en realidad, lo familiar. Y está también la turbación

que la mirada de un hombre de treinta años, hermoso,

como una ráfaga oscura, siembra

en una criatura que pisa,

por primera vez, el país del amor.

 

LA HIJA:

Sí, pero no era hermoso. Y no debiste, esta mañana,

mandarme. No debiste.

 

LA MADRE:

Por otra parte, ¿de dónde puede venir

un extranjero, como no sea del desierto?

El otro o los otros mundos que se vislumbran, a veces,

en las miradas ajenas son, para el que las vive desde adentro,

desiertos. Una llanura blanca, o gris, o amarilla, o negra,

idéntica a sí misma en cada punto, y en la totalidad,

donde no crece, a partir de cierta altura, ni siquiera

el horror. No, has tenido un sueño,

ni malo ni bueno,

un sueño dentro de un sueño

del que no se despierta más que para caer

en otro más grande, y en el interior de todo eso

no hay ninguna

                        realidad.

                                      Una mirada no puede

revelar nada, porque no hay nada, pero nada, que revelar.

Y nuestras lágrimas

salen del ojo mismo, por compulsión:

ninguna fuente las alimenta.

Ahora iremos juntas a mirar la televisión

y en un momento dado nos preguntaremos,

como todas las noches, en qué somos nosotras

más reales que esas sombras

para las que ya todo, en un antes improbable, pasó.

Y si nos asomáramos, por un momento, al balcón,

¿diríamos acaso que esas hileras de ventanas iluminadas,

todas iguales, y esas luces allá abajo, en hermandad con

                       nuestros

recuerdos, son lo que creemos que debe ser, y lo que llamamos,

un mundo? No, nadie puede despertarse, porque no hay

ninguna mañana a cuyo sol despertar.

 

LA HIJA:

Sí, pero no debiste mandarme. No

debiste. Lo otro, de golpe, 

se me reveló, como otro, simplemente,

sin ningún paraíso, más adelante, o, si se quiere, más atrás.

Lo otro, más hiriente

que un golpe en plena cara, que una pared

destellando en la orfandad del verano. No debiste,

no mandarme, mamá, porque se me han cerrado,

desde esta mañana, las puertas, endebles, de lo conocido,

que una vibración, fragilísima, puede, inesperadamente,

                            abatir.

Ya nunca seré la que fui. Me esperan

años de duda, de miedo, de irrealidad,

la tentación, probablemente, de la noche,

la muchedumbre del insomnio, el vacío.

Y ustedes, mi padre como mi madre, mis hermanos,

bocas que comen, a su manera, mi vida,

se perderán, desde ahora, en una suerte de niebla o de lluvia

muda, por los siglos de los siglos. No

debiste mandarme, no, no debiste. Porque

en la puerta del supermercado,

por encima del ruido de las registradoras,

en el invierno liso y monótono,

en la selva del hambre, incurable y ancestral,

esos ojos, aunque guardaran, en el revés, el desierto,

me mostraron, enteramente, y por un momento

la red de nuestra prisión.

  

Juan José Saer, El arte de narrar, Poemas, Editorial Planeta Argentina,  Seix Barral, Buenos Aires, 2000.

 Obra visual: Jackson Pollock


sábado, 20 de marzo de 2021

José Cuneo Perinetti


...el color ante todo y sobre todo; pero como hay muchas maneras de entender el color, quiero hacer notar que el que yo prefiero es el color casi puro y brillante, tal como sale de los tubos. Puede que más adelante me aficione a la infinita variedad de los grises coloreados a los que por ahora sólo creo capaces de vestir una construcción a base de claro-oscuro... (José Cuneo Perinetti)

Medianoche en la plaza de los sueños y otros poemas - Andrés Bohoslavsky






Poesía en el lado oscuro de la luna


Cuando llegué a la luna, abrí mi valija y saqué las pocas cosas

que necesitaba para pasar esos días

creyendo que podían convertirse

en una buena oportunidad para hacer cosas postergadas:

el libro de Chéjov sin terminar

el álbum de todos que no miraba hace tiempo

el avioncito para armar que mi padre me había traído

de uno de sus viajes

y yo dejé sin tocar desde mi niñez, el cubo de Rubik

para intentar resolverlo y un cuaderno para escribir poesía.


Ahora que volví a la tierra veo a todos estos objetos

junto a mí, en el banco de siempre en la plaza

el libro de Chéjov, el álbum de fotos, el avioncito armado

y el cubo de Rubik sin sin resolver.


Estaban todos, salvo el cuaderno que olvidé

en su única pregunta escrita hay un poema

que ahora gravita sobre un cráter

en el lado oscuro de la luna.


Andrés Bohoslavsky, Medianoche en la plaza de los sueños y otros poemas, Editorial Leviatán, Buenos Aires, 2021. 


sábado, 2 de enero de 2021

 



Proceso cerámico: ¿Qué es el bosque? ramas podridas, todo el verdor, silencio, el mundo  de la niña que no sabe, hojas que desaparecen con el roce, el fuego que endurece la arcilla, que arrasa el bosque. (Graciela San Román)










Un objeto pequeño - Laura Forchetti/Graciela San Román




Entonces una mujer que estaba detrás de mí, con los labios azulados, que naturalmente nunca había oído mi nombre, despertó del entumecimiento que era habitual en todas nosotras y me susurró al oído (allí hablábamos todos en voz baja);-¿Y usted puede describir esto? Y yo dije:-Puedo. Entonces algo como una sonrisa resbaló en aquello que una vez había sido su rostro.

Ana Ajmatova



En algún momento nosotras, también respondimos esa pregunta, podíamos describir esto, queríamos hacerlo: contar la historia de María Salomón, decir que desaparecieron sus tres hijos, acaso alguien todavía no lo sepa.

Cada una con sus pequeñas herramientas, con la punta de los dedos, en la fragilidad de la reconstrucción de lo ausente, como si bordáramos flores, intentamos hablar del dolor y la espera de María.

Preguntamos en las calles de nuestro pueblo, en los recuerdos familiares, en las imágenes que conservábamos dentro de nosotras y fueron volviendo, ovillándose en el hilo del relato: María en misa, María con los nietos de la mano, los pañuelos de colores sobre los hombros de María, la paraguaya, María golpeada. María buscando a sus hijos entre la gente.

Así nacieron las cajas objeto con sus collage y su blanco y negro y los poemas brevísimos, en la primera persona que pedía decir por sí misma.

Y fue imagen y palabra en torno a María Salomón, la madre: un objeto pequeño, que se cuenta casi con un hilo de voz, hay que acercarse para ver los detalles, para leer las minúsculas letras.





***


dejá

            voy yo


pueden ser ellos

o uno de ellos

             cualquiera


cómo dejar que otro

abra la puerta

             acaricie primero

             sus cuerpos

             de hijos


***


el cuerpo de un hijo

es para siempre

el cuerpo de un hijo

                quiero decir

                algo que se asiste

                se abriga


el cuerpo de un hijo

es para siempre

un objeto pequeño.


***


esta casa es otra

aquí no vivimos

no fue aquí donde les di

                   de comer

les di palabras


aquí no es 

el sillón de la fotografía

los tres recién peinados

el primer día de clases


no fue aquí

el domingo de pascuas

el matrimonio de carlos

la universidad

y la guitarra


no fue en esta casa


                                              a esta casa

                                              se entra

                                              hablando bajo

                                                         no se pregunta

                                                         por nadie




Laura Forchetti/Graciela San Román, un objeto pequeño, vacasagrada ediciones, Bahía Blanca, 2010.




domingo, 27 de diciembre de 2020



Cuando trabajo no aspiro a la exclusiva delectación de un puñado de especialistas, sino que me gustaría mucho más que mis lienzos divirtieran e interesasen al hombre de la calle cuando sale de su trabajo y en ningún caso al maniático, al iniciado, sino al hombre que no tiene ninguna instrucción ni disposición particulares. Es al hombre de la calle a quien me dirijo, pues me siento lo mismo que él, con él es con quien deseo trabar amistad y entrar en confidencia y connivencia y es a él a quien a través de mis trabajos, quisiera proporcionarle satisfacción y encanto. (Jean Dubuffet)

El emperrado corazón amora - Juan Gelman






Divergencias


Una palabra cualquiera

no es una palabra cualquiera,

no se parece al cuerpo que la dijo,

no tiene manos, ni pies, ni amora

como un mortal. Lo que nombra

tiene mares que llevan lejos.

A su casa todos pueden entrar

y su tiempo no cesa

en cada boca. Espera

viajes por el agua oscura que

lleva su nombre.


Juan Gelman, El emperrado corazón amora, Editorial La Página S.A, Buenos Aires, 2011.

Obra visual: Jean Dubuffet





miércoles, 7 de octubre de 2020

 







“La creación milagrosa, la creación de una fuente de éxtasis perpetuo“… "un mundo con su colección de himnos“, bajo esas frases Aloïse describía su estado creativo

martes, 6 de octubre de 2020

#TRIPACORAZÓN - Julieta Santos

 



Variaciones II


un clímax desierto arbitra mi niño interior

un niño despierto habita mi clima exterior

un hábito anterior despierta en mi niño.


Julieta E. Santos, #Tripacorazón, Editorial Milena Caserola, Buenos Aires, 2020.

Obra visual: Aloïse Corbaz




sábado, 8 de agosto de 2020



El problema es convertir el espacio, que en sí mismo es frío, en atmósfera; en algo sensible y vivo. Mi trabajo es instintivo y es siempre una improvisación. Una improvisación lenta  y construida. Todo lo que pongo en un lienzo (color, dibujos, manchas, texturas...) es ensamblado por el aire. Pero el aire no se puede pintar, surge espontáneamente. Lo que asumo como pintar en un cubo y no sobre un plano. Todo esto conduce a una pintura alejada de símbolos y conceptos, autorreferencial y autónoma. El color es el agua donde nadan los ojos. Las líneas y los dibujos son las patas del pájaro, con ellas corre; la pintura son sus alas, con ellas vuela. A veces la acción es independiente de la intuición. A menudo se sincronizan. Cada día es distinto. Pero siempre intento que los colores piensen. Tengo con el color una relación familiar e íntima, ni siquiera pongo nombre a los colores. Pintar es ver y mirar; con un ojo telescópico y con otro microscópico a la vez. (Fernando Biderbost)