lunes, 28 de marzo de 2022

El balcón, seis relatos magistrales - Felisberto Hernández

 






Apenas nos sentamos, los tres nos quedamos callados un momento; entonces todas las cosas que había en la mesa parecían formas preciosas del silencio. Empezaron a entrar en el mantel nuestros pares de manos: ellas parecían habitantes naturales de la mesa. Yo no podía dejar de pensar en la vida de las manos. Haría muchos años, unas manos habían obligado a estos objetos de la mesa a tener una forma. Después de mucho andar ellos encontrarían colocación en algún aparador. Estos seres de la vajilla tendrían que servir a toda clase de manos. Cualquiera de ellas echaría los alimentos en las caras lisas y brillosas de los platos; obligarían a las jarras a llenar y a volcar sus caderas; y a los cubiertos, a hundirse en la carne, a deshacerla y a llevar los pedazos a la boca. Por último los seres de la vajilla eran bañados, secados y conducidos a sus pequeñas habitaciones. Algunos de estos seres podrían sobrevivir a muchas parejas de manos; algunas de ellas serían buenas con ellos, los amarían y los llenarían de recuerdos, pero ellos tendrían que seguir viviendo en silencio. 


Felisberto Hernández, El balcón, seis relatos magistrales, Grupo Editor Alfar, Montevideo, 2003.

Obra visual: Judith Scott





domingo, 10 de octubre de 2021

El hombre linterna - Donald Schenkler








 

MENDIGOS 



De noche los robles

se apiñan alrededor de las ventanas

en busca de luz.


Cuando soplamos nuestras lámparas

ellos miran las estrellas.



***


BEGGARS


Nights the oaks

crowd around the windows

for light.


When we have blown out the lamps

they watch the stars.




Donald Schenker, El hombre linterna, Ediciones Recovecos, Córdoba, 2012.

Traducción: Jorge Luján


Obra visual: Philippe Baudelocque




jueves, 20 de mayo de 2021


 Mi trabajo es ordenar armoniosamente en el lienzo la caótica realidad, reflejar el alma del hombre que quiere regresar al paraíso perdido del que salió. Por eso intento involucionar hacia los orígenes, hacia las formas primitivas y esenciales con un lenguaje mínimo, donde el concepto de vacío oriental esté presente.

Yoshiro Tachibana 

miércoles, 19 de mayo de 2021

Ciervas - Andrea Testarmata







XXXVIII

 

Los ciervos machos

son bastante cobardes

ante el peligro

huyen por su cuenta

mientras las hembras

se disgregan ordenadamente:

el matriarcado animal

siempre se organiza.



 

Andrea Testarmata, Ciervas, Baldíos en la Lengua, Buenos Aires, 2020. 

Obra visual: Yoshiro Tachibana


 

 

 





sábado, 8 de mayo de 2021


 

No dibujo. Empiezo haciendo todo tipo de manchas. Espero lo que llamo «el accidente»: la mancha desde la cual saldrá el cuadro. La mancha es el accidente. Pero si uno se para en el accidente, si uno cree que comprende el accidente, hará una vez más ilustración, pues la mancha se parece siempre a algo. No se puede comprender el accidente. Si se pudiera comprender, se comprendería también el modo en que se va a actuar. Ahora bien, este modo en el que se va actuar, es lo imprevisto, no se lo puede comprender jamás: It’s basically the technical imagination: “la imaginación técnica”. Durante mucho tiempo, he buscado un nombre para esta forma imprevisible, con la que se va a actuar. Sólo he encontrado estas palabras: imaginación técnica. (Francis Bacon)

Apuntes de naturaleza humana - Laura Fuksman









En la penumbra, calculo la distancia
que separa tu cama de la mía.
Estiro los dedos, el brazo.
 
Quizás no sean centímetros.
Quizás sea
como la distancia que separa
la palabra pensada
de la palabra escrita.
 
una distancia sinfín.



Laura Fuskman, Apuntes de Naturaleza Humana, Halley Ediciones, Buenos Aires, 2021. 


Obra visual: Francis Bacon




 



lunes, 26 de abril de 2021



Cuando trabajo no soy consciente de lo que estoy haciendo. Solamente después de un tiempo de lo que se puede llamar familiarización veo lo que he estado haciendo. No temo hacer cambios, destruir la imagen,… porque el cuadro tiene vida propia. Lo que intento es que surja esa vida. Si pierdo el contacto con el cuadro, el resultado es desastroso. De lo contrario es armonía pura, un sencillo toma y daca, y la pintura sale bien. (Jackson Pollock)

El arte de narrar - Juan José Saer

 







ENCUENTRO EN LA PUERTA DEL SUPERMERCADO

 

LA HIJA:

Sí, pero no debiste mandarme esta mañana. No

debiste. Mis días, todos iguales,

no han debido, inesperadamente, ser divididos, y para

                     siempre, por esa

herida. Aunque desde el lugar en donde estás -la madurez-

se sepa que alguna vez, una mañana, en el espejo

de todos los días ya no se es, oh cambios, el mismo.

Ya no se es el que se era ni el que se creía ser sino otro.

Los años han de parecer, desde donde estás, cicatrices,

y el tiempo un cuchillo.

                                     Pero si esta mañana, en el interior

del invierno, yo hubiese, por lo menos,

entre los monoblocs, en el aire gris, encontrado a alguien

que me hubiese llevado, como otras veces, a tomar un café,

ahora que hemos terminado de cenar,

que papá trabaja en su despacho olvidado de nosotras,

yo iría tranquilamente a mirar la televisión

sin la intuición de otro mundo o de otros mundos.

 

LA MADRE

¿Qué mundos, si se puede saber,

se han de intuir de la simple mirada

de un extranjero? ¿De un hombre de treinta años

parado una mañana contra la puerta transparente

del supermercado que, viéndote llegar,

se fija, por un momento, en tus ojos,

llevado, seguramente, por la inercia de la mirada,

de los ojos acostumbrados a errar y a rebotar

contra una muchedumbre de piedra? Has de haber tenido,

anoche, un sueño rápido, sin recuerdos, cuya memoria,

después, tembló un momento, sin florecer, en la mirada

del extranjero, una de esas asociaciones

en la que uno mismo, y no lo que se mira

es, en realidad, lo familiar. Y está también la turbación

que la mirada de un hombre de treinta años, hermoso,

como una ráfaga oscura, siembra

en una criatura que pisa,

por primera vez, el país del amor.

 

LA HIJA:

Sí, pero no era hermoso. Y no debiste, esta mañana,

mandarme. No debiste.

 

LA MADRE:

Por otra parte, ¿de dónde puede venir

un extranjero, como no sea del desierto?

El otro o los otros mundos que se vislumbran, a veces,

en las miradas ajenas son, para el que las vive desde adentro,

desiertos. Una llanura blanca, o gris, o amarilla, o negra,

idéntica a sí misma en cada punto, y en la totalidad,

donde no crece, a partir de cierta altura, ni siquiera

el horror. No, has tenido un sueño,

ni malo ni bueno,

un sueño dentro de un sueño

del que no se despierta más que para caer

en otro más grande, y en el interior de todo eso

no hay ninguna

                        realidad.

                                      Una mirada no puede

revelar nada, porque no hay nada, pero nada, que revelar.

Y nuestras lágrimas

salen del ojo mismo, por compulsión:

ninguna fuente las alimenta.

Ahora iremos juntas a mirar la televisión

y en un momento dado nos preguntaremos,

como todas las noches, en qué somos nosotras

más reales que esas sombras

para las que ya todo, en un antes improbable, pasó.

Y si nos asomáramos, por un momento, al balcón,

¿diríamos acaso que esas hileras de ventanas iluminadas,

todas iguales, y esas luces allá abajo, en hermandad con

                       nuestros

recuerdos, son lo que creemos que debe ser, y lo que llamamos,

un mundo? No, nadie puede despertarse, porque no hay

ninguna mañana a cuyo sol despertar.

 

LA HIJA:

Sí, pero no debiste mandarme. No

debiste. Lo otro, de golpe, 

se me reveló, como otro, simplemente,

sin ningún paraíso, más adelante, o, si se quiere, más atrás.

Lo otro, más hiriente

que un golpe en plena cara, que una pared

destellando en la orfandad del verano. No debiste,

no mandarme, mamá, porque se me han cerrado,

desde esta mañana, las puertas, endebles, de lo conocido,

que una vibración, fragilísima, puede, inesperadamente,

                            abatir.

Ya nunca seré la que fui. Me esperan

años de duda, de miedo, de irrealidad,

la tentación, probablemente, de la noche,

la muchedumbre del insomnio, el vacío.

Y ustedes, mi padre como mi madre, mis hermanos,

bocas que comen, a su manera, mi vida,

se perderán, desde ahora, en una suerte de niebla o de lluvia

muda, por los siglos de los siglos. No

debiste mandarme, no, no debiste. Porque

en la puerta del supermercado,

por encima del ruido de las registradoras,

en el invierno liso y monótono,

en la selva del hambre, incurable y ancestral,

esos ojos, aunque guardaran, en el revés, el desierto,

me mostraron, enteramente, y por un momento

la red de nuestra prisión.

  

Juan José Saer, El arte de narrar, Poemas, Editorial Planeta Argentina,  Seix Barral, Buenos Aires, 2000.

 Obra visual: Jackson Pollock


sábado, 20 de marzo de 2021

José Cuneo Perinetti


...el color ante todo y sobre todo; pero como hay muchas maneras de entender el color, quiero hacer notar que el que yo prefiero es el color casi puro y brillante, tal como sale de los tubos. Puede que más adelante me aficione a la infinita variedad de los grises coloreados a los que por ahora sólo creo capaces de vestir una construcción a base de claro-oscuro... (José Cuneo Perinetti)

Medianoche en la plaza de los sueños y otros poemas - Andrés Bohoslavsky






Poesía en el lado oscuro de la luna


Cuando llegué a la luna, abrí mi valija y saqué las pocas cosas

que necesitaba para pasar esos días

creyendo que podían convertirse

en una buena oportunidad para hacer cosas postergadas:

el libro de Chéjov sin terminar

el álbum de todos que no miraba hace tiempo

el avioncito para armar que mi padre me había traído

de uno de sus viajes

y yo dejé sin tocar desde mi niñez, el cubo de Rubik

para intentar resolverlo y un cuaderno para escribir poesía.


Ahora que volví a la tierra veo a todos estos objetos

junto a mí, en el banco de siempre en la plaza

el libro de Chéjov, el álbum de fotos, el avioncito armado

y el cubo de Rubik sin sin resolver.


Estaban todos, salvo el cuaderno que olvidé

en su única pregunta escrita hay un poema

que ahora gravita sobre un cráter

en el lado oscuro de la luna.


Andrés Bohoslavsky, Medianoche en la plaza de los sueños y otros poemas, Editorial Leviatán, Buenos Aires, 2021. 


sábado, 2 de enero de 2021

 



Proceso cerámico: ¿Qué es el bosque? ramas podridas, todo el verdor, silencio, el mundo  de la niña que no sabe, hojas que desaparecen con el roce, el fuego que endurece la arcilla, que arrasa el bosque. (Graciela San Román)