Arte poética
Soltar la lengua, de manera que no trabe el producto
que viene desde adentro, impulsado
por una fuerza superior
y el hábil juego de riñón y diafragma;
Insistir presionando los músculos
como para expulsar
un caballo o un cíclope;
repetir el procedimiento
provocándolo inclusive con los dedos
o una materia acre,
hasta quedar vacío, sólo reseca piel,
odre para colgar del primer árbol,
extenuada matriz de lo volátil, acaso de la luz.
Culto
Cada vez que llega ante la sepultura
besa la cruz, mueve desconsolada
la cabeza de un lado a otro
y se pone a ordenar silenciosamente las flores.
Va y viene a la canilla cercana,
cambia el agua del cántaro,
y cuida que las hormigas no avancen
sobre la tierra todavía removida.
Luego recoge lentamente sus cosas,
besa de nuevo hasta mañana la piedra,
y regresa por la soleada avenida
donde siempre cante uno de esos pájaros que cantan
en los cementerios.
Anquises sobre los hombros
Todos llevamos, como Eneas, a nuestro padre sobre
los hombros.
Débiles aún, su peso nos impide la marcha,
pero luego se vuelve cada vez más liviano,
hasta que un día deja de sentirse
y advertimos que ha muerto.
Entonces lo abandonamos para siempre
en un recodo del camino
y trepamos a los hombros de nuestro hijo.
Apenas por un poco más de luz
Hemos sido mucho tiempo prisioneros de los conceptos.
Demasiados han muerto por una palabra,
o menos, por su sombra,
para seguir haciéndolo.
Seamos honestos: luchamos, sí,
pero apenas por un poco más de luz,
la dignidad de haberlo intentando.
Hice un hoyo
Hice un hoyo en la tierra
y lloré dentro de él; lloré de bruces,
hasta que el llanto llegó al fondo,
hasta que todo se anegó,
hasta que brotó de la profundidad
un tallo que nadie hubo tocado.
El quejido
Quejido animal de lo que tiene fin, quejido
de rosa recién abierta, de pájaro cayendo,
quejido de gato escaldado, de apaleado, de empalado,
quejido de cangrejo en el aceite hirviendo,
quejido de buey, quejido de himen, quejido de rama,
quejido de fruto,
quejido de hueso quebrándose, de última mirada,
quejido de cuaderna, de varenga, quejido de cripta,
quejido de sueño secándose en la piedra,
quejido del azul, quejido del negro, quejido del rojo,
quejido diurno, quejido nocturno, quejido del sí,
quejido del no,
quejido de virgen en el ojo del unicornio,
quejido de ménade con la pierna amputada,
quejido de lo que es, quejido de lo que no es,
quejido de lo que nació, quejido de lo que murió,
quejido mío, tuyo, quejido de todos, quejido de nadie.
¡Ay, ay!
Grandes migraciones
Viajaban en la dirección de las grandes aves.
Había perdido el sentido de orientación
pero conservaban todavía el instinto gregario
y de noche, para no dispersarse, se ponían a escandir.
"La lengua madre, no olvidemos la lengua madre",
recitaban,
y las sílabas se perdían una tras otra en bocas fenicias.
Viajaban en la dirección de los grandes vientos.
De pronto una ráfaga voluptuosa envolvía la tierra
y arrojaba el azul de sus ojos al corazón de los bosques.
Entonces volcaban las urnas llenas de ceniza
y el aire se poblaba de un polen secreto y terrible.
Viajaban en la dirección de las grandes nubes.
Pasaban lentamente sobre las reliquias y los huesos
y se ponían a contar: contaban días, noches,
contaban lunas, piedras, granos de arena, piojos,
contaban cabellos, galaxias, incendios, civilizaciones,
contaban y contaban, no dejaban nunca de contar.
Viajaban en la dirección de los grandes sueños.
Cerraban los ojos y veían colinas en flor,
deltas donde la sombra se recogía en la palma de las
manos
caballos y fluctuaciones en las viñas de la luz.
Cerraban los ojos y la noche caía sobre la historia
como un perdón que llega después de mil años.
Horacio Castillo, Por un poco más de luz, Obra Poética 1974-2005, Editorial Brujas, Córdoba, 2005.
Obra visual: Julio Le Parc